Los antecedentes remotos de la fundación de Montero Aramburu

HISTORIA MONTERO ARAMBURU

Con la perspectiva de medio siglo es propio hablar de la “fundación” de Montero Aramburu, una firma hoy multidisciplinar que aglutina a unas 275 personas en media docena de sedes. Pero cuando José Luis Montero Gómez (Salamanca, 1928) y Armando Fernández-Aramburu León (Sevilla, 1926) se establecieron como abogados en 1971 no se les habría ocurrido utilizar aquel término para aludir a su decisión de abrir el despacho. En su lugar, habrían elegido para definirla otros apelativos más modestos pero igualmente ilusionantes.

Y es que Armando y José Luis habían trabado una íntima amistad desde principios de los años 50 del siglo pasado, cuando coincidieron en Santa Cruz de Tenerife como funcionarios del Estado: el primero como intendente al servicio de la Hacienda Pública y el segundo como diplomado de la Inspección de los Tributos.

Pasados los años y coincidiendo ambos en la Delegación de Hacienda de Sevilla, decidieron renunciar al envidiable estatus que por entonces otorgaban sus cargos funcionariales y lanzarse a la aventura del asesoramiento privado. El reto de ensanchar sus perspectivas profesionales y humanas, poniendo en valor el capital técnico e intelectual acumulado; de someterse al juicio soberano e inapelable del cliente, y de sublimar la amistad y respeto mutuos con un proyecto casi de convivencia fueron suficientes estímulos para vencer las incertidumbres propias de la renuncia al confort –también económico– de la función pública de alto nivel y abrir un despacho de asesoramiento jurídico-tributario para el que por entonces, 1971, había una demanda tan selecta como limitada.

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